Ojos de perro azul


"Entonces me miró. Yo creía que me miraba por primera vez."

Fué en ese sueño en el que le pregunté: "Quién es usted?" Y ella me dijo: "No lo recuerdo". Yo le dije: "Pero creo que nos hemos visto antes". Y ella dijo, indiferente: "Creo que alguna vez soñé con usted, con este mismo cuarto". Y yo le dije: "Es eso. Ya empiezo a recordarlo". Y ella dijo: "Que curioso, es cierto que ya nos hemos encontrado en otros sueños".

(...)

La oí respirar hondo mientras hablaba. Y dijo que durante varios años no había hecho nada distinto de eso. Su vida estaba destinada a encontrarme en la realidad atraves de esa frase identificadora "ojos de perro azul". Y en la calle iba diciendo en voz alta, que era una manera de decirle a la única persona que había podido entenderla: "Yo soy la que llega a tus sueños todas las noches y te dice esto: ojos de perro azul".
Ahora, cuando acabó de hablar, yo seguía en el rincón sentado, haciendo equilibrios con la silla. "Yo trato de recordar todos los dias la frase con la que debo encontrarte ", dije, "ahora creo que mañana no lo olvidaré. Sin embargo, siempre he dicho lo mismo y siempre he olvidado al despertar cuáles son las palabras con que puedo encontrarte". Y ella dijo: "Tú mismo las inventaste desde el primer dia". Y yo le dije: "Las inventé porque te vi los ojos de ceniza, pero nunca los recuerdo a la mañana siguiente".

(...)

"Me gustaría tocarte", volví a decir. Y ella dijo: "Lo echarás todo a perder". Yo dije: "Ahora no importa. Bastará con que demos vuelta la almohada para que volvamos a encontrarnos", y tendí la mano por encima del velador. Ella no se movió. "Lo echarías todo a perder" dijo ella, antes de que yo pudiera tocarla. "Tal vez, si das la vuelta por detrás del velador, despertaríamos sobresaltados quien sabe en que parte del mundo". Pero yo insistí: "No importa". Y ella dijo: "Si diéramos vuelta a la almohada, volveríamos a encontrarnos. Pero tú, cuando despiertes, lo habrás olvidado". Empecé a moverme hacia el rincón, ella quedó atras, calentándose las manos sobre la llama. Y todavía no estaba yo junto al asiento cuando la oí decir a mis espaldas: "Cuando despierto a medianoche, me quedo dando vueltas en la cama, con los hilos de la almohada ardiéndome en mi mejilla y repitiendo hasta el amanecer: ojos de perro azul".

(...)

Fué entonces cuando recordé lo de siempre, cuando le dije: "Ojos de perro azul". Ella me dijo, sin retirar la mano del velador: "Eso. Ya no lo olvidaremos nunca". Salió de la órbita, suspirando: "Ojos de perro azul. He escrito eso en todas partes."

Gabriel García Márquez. Ojos de perro azul, 1950.